Christian Ospina Menú

Link permanente:

Manjares celestiales. Parte 1 de 8

(Publicado el 25 de junio de 2011 en el sitio de la IPNJ Central Pereira)

Antes de servir

Creo, con la esperanza de no equivocarme, que a todos nos gusta comer. Es una de las cosas que más disfrutamos en el día a día. Con la ayuda y el permiso de Dios, durante las próximas semanas estaremos haciendo una analogía entre la comida física y la comida espiritual, en esta serie titulada «Manjares celestiales». Empecemos:

Para nadie es un misterio que detrás de toda comida, hay un par de manos, o más, que fueron las responsables de juntar, mezclar, cocinar, hervir, fritar, asar, calentar y/o preparar todos los ingredientes necesarios para obtener el producto terminado, que alguien disfrutará placenteramente o no. Es todo un arte que algunos lo hacen a la perfección y otros… deberían seguir intentándolo, jeje.

Recuerdo con alegría, hace ya algunos años, repetir mañana tras mañana, como si fuera un ritual, el proceso de dirigirme al segundo piso de mi casa en busca de un ser increíble y solicitarle un delicioso plato: «Café con leche, galletas y azuquítar». Era mi abuela Marina, que sinceramente no sé cómo hacía para preparar algo tan sencillo con un sabor único e inigualable. Créeme, ese café tenía un toque secreto difícil de imitar. (Muchas gracias abuelita, te quiero mucho).

Quizás es cierto, aquello que dicen sobre el ingrediente más importante al momento de preparar cualquier alimento: Hacerlo con amor. Y es que siempre es necesario el trabajo previo, pero más que buenos ingredientes, experiencia y tiempo que se invierta en ello (que es importante), debe existir un deseo de hacerlo de la mejor manera, para las personas que lo disfrutarán.

Admiro y respeto profundamente a los pastores, predicadores y/o enseñadores que saben trazar bien la Palabra de Dios. Aquellos que al escucharlos, es alimentado nuestro espíritu, resultado de su búsqueda previa de Dios y un buen proceso de preparación, donde con amor, buscan bendecir a cada oyente. Mi abuelo fue uno de ellos. Mi pastor actual es uno de ellos. Y me siento orgulloso de que en esta organización, donde me congrego y ministro, haya tantos hombres con tantas capacidades, talentos y dones para «predicar la palabra; instar a tiempo y fuera de tiempo; redargüir, reprender, exhortar con toda paciencia y doctrina» 2 Timoteo 4:2 (Paráfrasis mía).

Debemos ser muy agradecidos, primero con Dios por darnos tantos hombres dispuestos a servirle en este campo y luego con ellos por su dedicación, tiempo y perseverancia, para siempre, antes de servir, asegurarse de dar lo mejor de lo mejor; el alimento que sacie nuestra hambre y nos dé las vitaminas, proteínas, energías… que necesitamos para seguir adelante. Dios los siga bendiciendo varones (hombres y mujeres). Los honramos, les agradecemos, los animamos y oramos al Padre para que Él siga usándolos siempre.

Continúa

  • Gracias por comentar. Por favor sé amable, prudente y conciso al comentar. Todos los comentarios serán revisados antes de publicarse