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Manjares celestiales. Parte 6 de 8

(Publicado el 10 de agosto de 2011 en el sitio de la IPNJ Central Pereira)

¿Dónde comemos hoy?

Soy repetitivo en esto: ¡Gracias a Dios tenemos alimento!

Cuentan que hace algunos años, ciertos personajes caminaban por largas horas y muchos kilómetros por montañas, carreteras destapadas, entre ríos, sin importar las inclemencias del tiempo y quién sabe cuántos obstáculos más, con uno de dos propósitos principales: Alimentarse o entregar un domicilio que Alguien les había encargado. Fascinante, ¿No?

Hoy, entre muchas posibilidades, podemos elegir dónde comer: En casa de un amigo, en un restaurante, pedir a domicilio, en la esquina (o a la vuelta de la esquina), cocinar algo en casa, etc. y aún así nos quejamos. El pueblo de Israel sólo tenía que recoger el maná que literalmente les llovía del cielo, lo molían o lo majaban y lo cocían o hacían de él tortas (Números 11:8). Más fácil, imposible. No les faltaba el alimento y aun así se quejaron.

Para recibir Palabra de Dios tampoco tenemos que esforzarnos mucho. Podemos leer la Biblia en casa, escuchar el sermón del casete, VHS, CD, DVD, TV, en internet, en oración, escuchar música a través de la cual Dios nos hable, etc., pero entre todas las opciones, debe estar indiscutiblemente el tener un lugar donde congregarnos y ser alimentados con nuestra familia espiritual más cercana.

La pregunta más importante aquí no es ¿Dónde comemos hoy? Sino ¿Qué vamos a comer hoy? Porque entre tantas opciones para escoger habrá comida buena y de esta: «profanas y vanas palabrerías que conducirán más y más a la impiedad» (2 Timoteo 2:16). Asegurémonos, pues, de tener un buen lugar donde congregarnos (y procurar cada día hacer de él un lugar mejor) y cuando salgamos de casa, busquemos palabra sana, irreprochable, pura, fiel, verdadera, palabra de Dios que sirva para que «seamos perfectos, enteramente preparados para toda buena obra» (2 Timoteo 3:17).

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