Christian Ospina Menú

Link permanente:

Manjares celestiales. Parte 7 de 8

¡Otra vez huevo!

¿Cuántos sermones, prédicas, enseñanzas, charlas, conferencias, talleres, conversatorios, plenarias y demás alimento espiritual has recibido en tu vida? ¿50, 100, 200, 1.000, 5.000…? Donde me congrego tenemos 5 servicios semanales, por tanto, si estuviera en todos durante un año serían más o menos 246 en total. Si a eso le sumamos devocionales, células, cultos misioneros, confraternidades, encuentros, simposios, campamentos, congresos y otras actividades, el número podría sobrepasar fácilmente los 300, 400 o incluso llegar a 500 en el año.

Lo anterior sin tener en cuenta las otras formas como recibimos alimento de Dios, que también mencioné en el artículo anterior (lectura bíblica, grabaciones en audio/video, libros, publicaciones en revistas o internet…), con lo cual, cada uno podemos hacer un estimativo de cuántas veces Dios nos da manjares celestiales en 1 año: ¿200, 400, 600, 800, 1.000? En 10 años: ¿2.000, 4.000, 6.000, 8.000, 10.000? O hasta en 50 años: ¿10.000, 20.000, 30.000, 40.000, 50.000?

Tan sólo ayer, estaba enseñando sobre un tema que jamás pensé hacer en mi vida, por mí falta de conocimiento sobre él: «El aceite en las manos del Maestro». Antes sabía que el aceite era amarillento, grasoso y servía para cocinar, punto. Ahora, sé un poquito más sobre sus múltiples usos, de dónde sale, el proceso que sufre para terminar como lo conocemos, pero lo que más me llama la atención es que Dios nos habla no sólo en el templo y reuniones habituales sino en lo normal y cotidiano, en lo común y corriente (Posiblemente publique 6 analogías entre el aceite y el cristiano luego de terminar esta serie).

Me parece ver a un predicador estudiando la vida de las hormigas para luego escribir «Ve a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio;» Proverbios 6:6, o a un salmista contemplar el firmamento y componer «Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos.» Salmos 19:1, o a un Salvador pasar junto a un campo de trigo para luego dejarnos una corta, pero profunda enseñanza, algo característico de Él, conocida como la parábola del trigo y la cizaña. Mateo 13:24-30.

Quizás haya gente que a diario coma huevo, pero dudo que alguna vez vaya a decir: ¡No quiero volver a probar huevo de nuevo! Porque aparte de ser muy rico, sabe muy distinto en todas sus presentaciones: Entero blandito (cuando se riega la yema), entero duro (entero = en cacerola), cocinado, «en perico» (con cebolla y tomate), en tortilla, en caldo y hasta crudo.

De igual forma, hablar sobre el amor, por ejemplo, siempre será diferente e interesante. Ver las cosas desde otra perspectiva, ser retados a ser mejores que hoy, entender o tratar de entender el amor de Dios hacia nosotros, redescubrir el secreto de dar, encontrarle un nuevo sentido a ese versículo milenario…, en fin, degustar del huevo que algunos piensan que está trillado, out o fuera de moda, pero que los que lo probamos a diario podemos asegurar y gritar que definitiva y rotundamente no lo está.

El mismo Moisés, refiriéndose a la ley de Dios para Israel, dijo y escribió: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.» Deuteronomio 6:6-9. (Véase también Deuteronomio 11:18-20). Como dice uno de mis grandes arquetipos: «De todo sermón se aprende; hasta de un sermón largo y repetitivo se aprende… a tener paciencia» y yo digo grito AMÉN, jeje.

Sólo resta decir: «Qué emoción y gracias Dios: ¡Otra vez huevo!»

Continúa