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Testifiquemos

(Publicado el 2 de noviembre de 2011 en el sitio de la IPNJ Central Pereira)

Insisto: Dios no se quedó en el pasado. Él está. Vive. Es.

«Yod Hei Vav Hei«.

Durante la confraternidad que tuvimos el fin de semana pasada, recordamos muchas cosas que Dios ha hecho a lo largo de los años en nuestras vidas. Recordamos las personas que alguna vez estuvieron con nosotros y lamentablemente hoy no están. También recordamos a algunos que se nos adelantaron y llegaron primero a la meta, pero en mi humilde opinión, recordar es bueno, siempre y cuando entendamos que el Señor que estuvo con nosotros y nos bendijo en el pasado es el Señor que está con nosotros y nos bendice HOY. «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.» Hebreos 13:8

Una de las cosas que nos ayuda a recordar esta verdad, es testificar y oír el testimonio de otros, de lo que Dios hace en nuestro diario vivir. Sea pequeño, sea grande, Dios obra. Aquí va un testimonio propio:

Durante la noche del 31 de octubre, hubo un apagón en la ciudad de Pereira que nos dejó a Natha (mi novia) y a mí, atrapados en un restaurante a unas 7 cuadras de nuestra casa. Luego de varios minutos a la espera de la energía eléctrica y en vista de que ello no ocurría, decidimos volver a casa.

En el camino, nos topamos con 4 o 5 personas que inhalaban pega amarilla. Pocos segundos después de pasar a su lado, nos tomaron por la espalda y uno de ellos apuntó con un arma a mi cabeza y dijo: «Pásenme todo lo que tengan». Natha no paró de invocar a Dios pronunciando la frase: «Hay poder en Jesús» y yo metí mi mano en el bolsillo izquierdo, tomé mi billetera y se la entregué. Otro de ellos insistió nuevamente en pedir algo más, a quien dijimos que ya habíamos entregado la billetera y nos dejaron ir.

En el momento me frustré, sentí ira y hasta quise decir: «Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?» (Mentiría si digo lo contrario), pero entonces respiré (Yod Hei Vav Hei) y supe que Dios había hecho varios milagros:

1. Se llevaron la billetera donde sólo tenía documentos personales (Sí, no tenía dinero, jeje).

2. No me esculcaron el bolsillo derecho donde tenía mi celular que, dicho sea de paso, vale más que mi ex-billetera, ni mi reproductor de música Zune, que dicho sea de paso, vale más que mi celular.

3. Dios los cegó y ni se enteraron que Natha llevaba un bolso enorme, quizás del tamaño de su espalda (no miento) ¡Y lo llevaba atrás! el cual, dicho sea de paso, con su valor y contenido, valía más que mi celular y mi Zune.

4. Hoy podemos pronunciar literalmente el versículo 17 del Salmo 118: «No moriré, sino que viviré, Y contaré las obras de JAH», Sí, gracias a Dios estamos vivos y dicho sea de paso, nuestra vida vale mucho más que todo lo anterior.

Sin ánimo de creerme mejor o más santo que otros, sino con la convicción de que lo que predicamos debe ser lo que vivimos, del amor, misericordia, perdón y recordando la enseñanza de Jesús «Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;» Mateo 5:44, esa noche antes de ir a dormir, agradecí al Señor por habernos guardado y le pedí que por lo menos uno de ellos pudiera arrepentirse y conocer la gracia de Dios. No, hacerlo no es fácil, pero considero que es lo correcto y que así, paso a paso, nos acercamos más a Jesús.

Para terminar, una sola palabra: ¡TESTIFIQUEMOS!

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